Por Dominique Vergnon Diplomático Francés, Escritor, Critico de arte, Asesor de la UNESCO
Una obra libre en su espacio
En un primer momento, es necesario ver las obras de Silvia Restrepo con un poco de distancia, de manera que otorgen un juicio general y una comprensión preeliminar, y darse cuenta después de un rato que uno tiene que acercarse para entender en su totalidad estas obras fuera de lo común.
En efecto, antes de admirar los detalles que les darán su sentido completo, deben verse desde lejos y así ser observadas como si fueran formas recién salidas de las manos de un creador inspirado por la permanencia de la belleza frente al paso rápido del tiempo. De la nada primordial, surgen formas elegantes, nuevas e inéditas, e incluso, desconocidas. En una sola mirada, las obras se destacan en el espacio, podríamos decir que lo anulan, porque al lado de estos volumenes, el resto desaparece. Alrededor de ellas se desvanece un entorno cotidiano y frente a la atracción que ofrecen, queda un llamado a una visión renovada de la vida. Al reducirse la distancia, unos detalles manifiestan la inspiración heredada de una cultura amplia, que tuvo como fuente tanto la mitología como la fe en espíritus delicados que se acercan lentamente con alas, cantos o flores. La naturaleza y los mitos representan dos ricas vetas que empujan el deseo de Silvia a producir algo que nutre y orienta su arte. La visión que teníamos en la distancia a su vez se enriquece al contemplar estas piezas desde diferentes ángulos. mientras que los ojos siguen las líneas perfectas que representan precisamente todo lo que las palabras no suelen decir, la fuerza caminando al lado de la ternura, la soltura frente a la rigidez, lo femenino que invita a la caricia delante del masculino que se prepara para la lucha. Para expresar su emoción, quien se encuentra de repente frente a las obras de bronce de Silvia, necesita unos momentos de silencio para asimilar el impacto, gracias al vigor de su composición, del objeto que entra en su mente. Concebir una obra es una permanente y noble conquista, supone idear su trabajo como una escena de teatro para que las leyes de la óptica y de la perspectiva obedezcan a la intención del artista. Tras los años Silvia adquirió en varios campos donde prima la plástica como medio de comunicación esencial y con este saber, enriqueció su propuesta estética. Como lo decíamos, en la obra de Silvia, los volúmenes ocupan todo el espacio, le dan su sentido y legitiman por consiguiente la sensualidad y la vehemencia de estas estatuas casi todas dramáticas, no en el sentido de tristeza e inquietud, sino en su primera acepción griega, es decir de acción. Qué más puede proponer a su público un artista sino una contemplación renovada y rejuvenecida del mundo y sus viejas o inútiles reglas, no importa lo que sea! Una tras una, se podría estudiar sus pinturas y esculturas y darse cuenta de los detalles que justifican su innegable unicidad. Otro ejercicio sería adivinar cuáles son los ejes escondidos o visibles que ordenan su trabajo: el dolor, la soledad, la desesperanza, lo patético de la condición humana deliberadamente desposeída de sus poderes en cuanto a su futuro, pero al mismo tiempo el amor, la alegría, la quietud, el acto renovador de compartir su propia existencia con otras ondas de vida. En cada una de estas obras cuyos colores varían del verde oscuro al sepia claro, se abre el abanico de las pasiones como nuestras impresiones oscilan sin parar entre el amanecer y el oscurecer. La energía acumulada define el movimiento evidente o en potencia y cada inclinación esta a punto de desencadenarse; hay sin lugar a dudas un atrevimiento fantástico en esta obra, un reto constante para dar a lo patente un alcance estético que perdura más allá de lo perecible. Precisamente, el moderado pulido dado a las obras se convierte en una sutil matización que acoge la luz y rescata la sombra. Silvia nos interesa sobremanera por su libre acercamiento al espacio que llena con su ardor. Nos deja perplejos, a la vez con incertidumbres y certezas, más pensativos, menos egoístas. No quita las dudas, no brinda una solución clásica a los enigmas, nos da solamente la tersura, la claridad y la fluidez de su arte para ayudarnos a caminar entre estos abismos.